El pasado fin de semana se vivió un momento muy especial para el deporte de las bochas en Monte Buey. Pablo Marcovecchio, jugador de toda la vida, y su hijo Santino, de apenas 8 años, compartieron por primera vez una cancha en un torneo oficial.
La dupla se presentó en la localidad de Leones, en el club Sarmiento, dentro de la categoría por parejas de 4 puntos. Más allá del resultado deportivo, , la experiencia marcó un hito para ambos.
Pablo, con una trayectoria ligada desde niño a las bochas, confesó la emoción de haber podido concretar algo que parecía lejano: “Es espectacular que él me pueda haber acompañado para empezar a jugar. La verdad es que fue una cosa que pensé que no iba a llegar nunca, y bueno, llegó el día que él empezó a jugar”.
Santino es parte de la escuela de bochas conformada hace poco tiempo en Monte Buey y que coordina Raúl Basualdo, espacio que comienza a dar sus primeros frutos con la formación de nuevos jugadores. Luego de obtener la ficha federativa, el pequeño pudo competir junto a su papá en un campeonato oficial: “Muy contento, le quiero agradecer a la Asociación por ficharme y por dejarme jugar mi primer campeonato. La verdad que todo muy lindo, con mi papá”, expresó Santino.
Con la frescura de sus 8 años, Santino describió con naturalidad cómo vivió su primera experiencia: “Estuve tranquilo, la pude dominar bien. La verdad que le agarré rápido el punto. Me agarré bien y a las canchas las sentí bien. Por un lado pesadas y por otro lado livianas, pero las pude dominar. Cuando tuve la posibilidad, tiré al bochazo. Tiré dos, pero los perdí”.
El debut no estuvo exento de desafíos, ya que se animaron a participar en una categoría superior a la que le correspondía al niño. “Fuimos en una categoría que no era la nuestra, donde estaban todos jugadores de primera. A él no le pesó, me quedó más pesado a mí el partido que a él. Jugamos bien, pero lo que importa es divertirse. Él fue al punto y yo al bochazo, y jugó muy bien”, relató Pablo.
La experiencia dejó en claro que lo deportivo quedó en segundo plano. El verdadero premio fue cumplir un sueño familiar: un papá y su hijo unidos por la pasión a las bochas, compartiendo la misma cancha y el mismo objetivo: disfrutar del juego.