El programa “Entretenidos”, que se emite por Vivencias Televisión, presentó un profundo testimonio en primera persona sobre el bullying, una problemática tan vigente como preocupante en la actualidad. La historia fue relatada por Marcelo Ortín, quien compartió experiencias vividas hace más de tres décadas, evidenciando las consecuencias emocionales, psicológicas y sociales que le provocó, obligándolo incluso a abandonar el secundario a los pocos meses de haber comenzado en 1º año.
Comentó que tiene recuerdos felices de su primaria, aunque recordó un cumpleaños en cuarto o quinto grado al que fue el único que no invitaron, como una primera manifestación aislda de bullying.
Marcelo recordó que su experiencia de recibir hostigamiento frecuente se remonta a finales de los años 80 (1988), cuando ingresó al nivel secundario. Desde el primer año comenzó a recibir burlas, fundamentalmente por parte de dos compañeros quienes ejercían el rol de “líderes”, a quienes se sumaban otros acompañando, ya sea de manera activa agrediendo o pasiva, sin hacer nada. Lo llamativo es que la agresión provenía de un grupo de compañeros con los que había compartido el jardín de infantes y toda la primaria. Esta situación hizo que sus primeros meses fueran extremadamente duros, al punto de convertir la asistencia diaria al colegio en una verdadera carga; “llegaba la hora de ir y no quería, sentía angustia, dolor, tristeza; en los recreos me quedaba en el aula; hasta me hicieron recordar un episodio traumático que lo tenía borrado, que una vez me encontraron llorando debajo de un banco en el aula por el padecimiento”, relató.
El hostigamiento era permanente en el horario escolar y muchas veces se trasladó fuera del colegio, con el grupo agresor que pasaba por su casa y le gritaba cosas. “Era mucha agresión verbal, nunca fue física; me gritaban maricón, puto y otras cosas; eran muy crueles” señaló Marcelo, explicando que la agresión se dirigía a su orientación sexual, que a esa corta edad todavía ni el la tenía clara; “era una doble guerra, lo que me pasaba y lo que me hacían padecer; se potenciaba el dolor, por no saber lo que me decían; yo no sabía qué me pasaba, no entendía todavía que sentía, estaba en plena adolescencia, tenía 13 años” comentó.
A mediados de ese 1988, tras las vacaciones de invierno, sin encontrar otra salida, decidió abandonar la escuela para poner fin al sufrimiento. “Mi casa y estar encerrado me daba seguridad, mi habitación era mi refugio, me gustaba estar con personas adultas, mis vecinas, mi familia, porque no juzgaban; pero ese encierro me dejó un pozo depresivo”. Explicó que varias veces autoridades del colegio lo fueron a buscar a su hogar pero el se negó a volver porque la agresión recibida por varios meses le hizo mucho daño y sentía que nada iba a cambiar de fondo. Al año siguiente intentó continuar sus estudios en otro establecimiento, pero allí volvió a ser víctima de bullying. Si bien el hostigamiento fue menos intenso, igualmente resultó doloroso, le recordó todo el sufrimiento y terminó una vez más desalentándolo a estudiar.
“Hubiera sido muy lindo terminar el secundario en tiempo y forma, tenía mucha capacidad para hacerlo, pero no pude pasar esa barrera del bullying como quizás muchos si pueden y otros como yo que no”.

Resiliencia y superación
Lejos de quedarse en el encierro o caer en caminos oscuros, a los pocos meses se inscribió en el secundario de adultos, el CENMA Nº 291 y culminó sus estudios secundarios casi al mismo tiempo que sus ex compañeros. Tuvo varios trabajos y se capacitó como peluquero, oficio que ejerce hace 25 años de manera ininterrumpida.
Remarcó que años de terapia psicológica le ayudaron a tener herramientas para enfrentar otras situaciones difíciles en la vida; herramientas que a sus 13 años no tuvo, eligiendo alejarse de sus agresores dejando el colegio.
En el año 2020, a través de whatsapp, pudo charlar con uno de los dos líderes que motivaba las agresiones y el hostigamiento; éste ex compañero le reconoció que en ese momento necesitaba ser líder y encontró esa manera con la persona más vulnerable del grupo. Entre disculpas y perdones, esa charla le sirvió para cerrar el tema, no sin olvidar el daño sufrido. Marcelo no tuvo cena de egresados, ni viaje a bariloche, no forma parte de las tradicionales fotografías dentro del aula, no vivió el “año promo” y tantas cosas imborrables que cualquier persona tiene tras su paso por el secundario.
En la nota, Marcelo remarcó que su intención no es señalar a nadie, no tiene ánimo de revanchismo, venganza o exposición, sino visibilizar estas situaciones que provocan un profundo daño emocional y psicológico en quienes las padecen; su objetivo fue que familias, docentes, jóvenes que ven situaciones similares en el presente, puedan actuar de manera diferente y frenarlo a tiempo.
Aseguró no guardar rencores y haber perdonado hace ya varios años, aunque confesó que aún no comprende por qué algunas personas buscan sobresalir y ejercer liderazgo dañando a otros.
Marcelo también dejó un mensaje claro a las familias: pidió a los padres estar atentos al comportamiento de sus hijos, tanto de quienes sufren bullying como de quienes lo ejercen. Recalcó que, en muchos casos, los adultos no deben ser cómplices ni minimizar estas conductas o dejar que los chicos solos lo resuelvan, sino intervenir para proteger a quienes están siendo sometidos a maltratos u hostigamientos.
Marcelo fue resiliente, superó el daño recibido, creció en su vida personal, sanó las heridas del pasado y se fortaleció de ello; pero hay muchísimos que no pueden, no encuentran el camino, la ayuda, lo procesan en soledad y muchas veces termina en situaciones graves o incluso trágicas.
La entrevista generó una importante repercusión social, poniendo nuevamente en agenda un tema sensible, vigente y de enorme impacto en la vida de miles de niños, adolescentes y sus familias.

