La Copa Monte Buey de Voley de Matienzo volvió a confirmar su enorme peso deportivo, organizativo y económico. El profesor Hernán Binner, responsable del torneo junto al Club Matienzo, realizó un balance detallado tras el cierre de la edición 2025 que ratifica al evento como uno de los más convocantes cada año en la localidad.

58 clubes, 6 provincias y un cierre de año ideal
Si bien durante la organización se trabajó con la cifra estimada de 60 clubes, finalmente fueron 58 instituciones las que participaron, provenientes de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa, Chaco —que asistió por primera vez— y San Luis.

Binner explicó por qué equipos tan lejanos eligen venir a Monte Buey:
“Es uno de los últimos torneos del año, ubicado estratégicamente en noviembre. Reúne tres categorías a la vez: Sub-12, Sub-14 y Sub-18, lo que permite a los clubes viajar con planteles completos. Delegaciones grandes, como Sarmiento de Junín, San Luis o Compañía de Salto, suelen llegar con hasta cinco equipos, aprovechando la posibilidad de competir todas juntas “caminando todo” en un mismo predio y con una organización que, según el entrenador, atiende cada detalle.

Más de 600 jugadoras y un impacto que superó los mil visitantes
La organización contabilizó 535 jugadoras y 35 profesores, lo que arroja 570 participantes directos. A eso se sumaron árbitros, familiares, acompañantes y visitantes durante el fin de semana. “Estimamos entre 800 y 1.000 personas en total”, precisó Binner.
El movimiento se sintió en toda la localidad: hospedajes completos, restaurantes y comedores colmados, y comercios con ventas extraordinarias. “El año pasado salí de acá para comprar algo y no había más nada. Vendieron los sándwiches, el salame, el queso. Las despensas y heladerías sin stock. Todo saqueado, en el buen sentido”, recordó.

Un operativo logístico gigante
Los partidos se disputaron en siete canchas de Monte Buey (cuatro de Matienzo y tres de San Martín). Este año se tomó una decisión clave: utilizar a Complejo de Justiniano Posse como subsede el día sábado. Allí se jugaron 21 partidos, lo que permitió descongestionar la actividad local: Evitar terminar a la 1 de la mañana. Acomodar mejor los turnos de cena. Permitir que las 200 jugadoras que estuvieron en Posse llegaran a Monte Buey ya bañadas y listas para alojarse.

La tormenta del sábado por la noche obligó a suspender un show programado en la plaza, pero la actividad se trasladó al salón de los Agrarios, donde las 600 jugadoras pasaron más de dos horas bailando, cantando y participando de competencias y sorteos.

El corazón del torneo: las familias
Las comidas —almuerzos y cenas de las tres jornadas— estuvieron a cargo de la subcomisión de padres, que trabaja durante meses. El tradicional “librito azul” contiene todos los cálculos: desde cuántas botellas de tomate se necesitan hasta cuántas cajas deben usarse para preparar la salsa según la cantidad de personas. Todos los detalles están contemplados en lo gastronómico y en la logística general.

Calidad organizativa, hospitalidad, buen nivel competitivo, cierre de año y un clima familiar la convierten en una cita obligada para los clubes del país cada año.
