La pasión por los fierros suele transmitirse como una herencia emocional, y en el caso de José Luis Ruani, esa tradición familiar se mantiene viva entre motores, herramientas y recuerdos. Aficionado al automovilismo desde siempre, Ruani trabaja en su empresa mécanica automotor “Alescap” junto a su hermano y su mamá, continuando el camino iniciado por su padre varias décadas atrás, principalmente dedicados a la fabricación y reparación de escapes, aunque abordando distintos trabajos del mundo automotor.

Hoy, esa historia familiar encuentra un capítulo especial en la restauración de una Ford F100 modelo 1970, un proyecto que Ruani comenzó en 2018 y que aún sigue en marcha. La camioneta, con 55 años de vigencia, ya funciona y rueda por las calles, aunque el proceso continuará varios años más hasta dejarla tal como él la imagina.
Una restauración hecha “a pulmón”
Ruani cuenta que la idea nació inspirada en un recuerdo muy propio: una camioneta del mismo modelo y color celeste que pertenecía a su abuelo.
El objetivo final es replicar aquella imagen familiar que lo marcó desde chico: “La arranqué a armar en 2018, todo a pulmón, sin hacer chapa ni pintura todavía. Todo acá en mi negocio”, relata.

La F100 ya despierta miradas cada vez que se enciende.
No es para menos: Ruani le instaló un escape libre tipo Turismo Carretera, lo que genera un sonido que, según él, acapara la atención de todos los presentes.
“Tiene un motor con bastantes HP y un sonido muy llamativo. Lo hice yo, un escape libre estilo TC”, explica.

Original, pero con alma de competición
El proyecto combina la estética original con algunos detalles de espíritu deportivo: “Me gusta que tenga un modelo original mezclado con algo de competición. Le puse cuenta vueltas y relojes que no son originales, pero le dan un toque ‘racing’.”
El motor, armado por el preparador Luchy Pugliese y bancado por Esteban Cazú, arrojó 240 caballos de potencia, un número que confirma que el trabajo mecánico no fue improvisado.

Un proyecto que es pasión y homenaje
Aunque la camioneta está pensada principalmente para exhibiciones y encuentros de autos, Ruani reconoce que el motor emocional de la restauración es otro: el amor por los fierros y el legado de su padre.
“Uno lo arma porque le gusta, y mientras se pueda, la idea es salir, llevarlo y presentarlo”, afirma.
Entre recuerdos y el amor del Falcon familiar y el sueño de ver la F100 celeste terminada como la de su abuelo, Ruani continúa una obra que es a la vez técnica, afectiva y simbólica.
