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El sueño sobre ruedas de Guillermo Nardón: un Jeep Willys de la Segunda Guerra

Lo adquirió chocado en el 2010 y lo restauró pieza por pieza

En el marco de la Expo Itai, una de las atracciones más fotografiadas de la muestra de autos antiguos fue un Jeep Willys modelo de los que se utilizaban durante la Segunda Guerra Mundial, propiedad del mecánico Guillermo Nardón, de Monte Buey.

Más de sesenta vehículos participaron del encuentro, pero uno de los tantos que captó la atención de los visitantes por su impecable estado de conservación y por la historia que encierra detrás fue éste Willys.


“Lo compré en 2005, chocado, y me llevó cinco años restaurarlo. Desde 2010 está funcionando”, contó Nardón con orgullo, mientras los curiosos se acercaban a observar cada detalle del vehículo. Y funciona como en sus mejores años: “Tiene la marcha alta y baja, funciona todo, todo, todo”, aseguró, señalando los mecanismos originales que aún conserva.


El Willys, explicó su dueño, puede alcanzar 60 millas por hora, aunque no sin advertencia: “Hay que estar ahí arriba… estamos mal acostumbrados con los autos nuevos. A 60 millas hay que atarse”, bromeó. En cuanto al consumo, no es precisamente económico: “Para dar unas vueltas acá hacen falta quince litros de nafta. Yo eché diez anteayer y hoy otros diez. En ese tiempo la nafta era barata”, comentó entre risas.


Nardón también relató la historia de este vehículo emblemático: “El Willys se fabricó en Norteamérica para la Segunda Guerra Mundial. En 1940, un coronel pidió un vehículo con doble tracción, frenos hidráulicos, filtro de aire con baño de aceite… 130 empresas hicieron los prototipos y Willys ganó con el modelo que mejor cumplía las exigencias. Entre 1940 y 1945 se hicieron unas 700.000 unidades, la mayoría fue al combate y no volvió”.


Con el paso del tiempo, los que sobrevivieron se vendieron para uso civil o fueron comprados por otros ejércitos. Hoy, el de Nardón es una rareza: “En Monte Buey es el único. En el país hay otros, pero no en este estado. Este tiene motor y llantas originales”, aseguró el mecánico, que reconoce ser un apasionado de este tipo de vehículos.

Esa pasión lo llevó incluso a rechazar una oferta tentadora: “Una vez me ofrecieron 45.000 dólares, pero le dije que no lo vendía. Se enojó y me dijo ‘¿usted sabe lo que es 45.000 dólares?’.Sí, le dije, pero no lo vendo”.


Para Guillermo Nardón, el valor del Willys no se mide en dinero. “Yo tenía ocho años cuando dije: algún día voy a tener un Willys. Pasaron cincuenta y pico de años y lo cumplí. Es un sueño realizado”, resume, con la misma emoción con la que, cada tanto, vuelve a poner en marcha su joya de guerra.